Por supuesto, un político egoísta, cambiante, cambiante, demasiado prometedor no es nada nuevo. Donde realmente se distinguió McCarthy fue en su disposición y capacidad para rebajarse al servicio de Donald Trump, aun cuando a veces afirmaba que todavía tenía agallas. “Mi Kevin”, como Trump estaba tan feliz de llamarlo, ciertamente contribuyó al renacimiento político de Trump después del saqueo del Capitolio del 6 de enero. En un cambio tan dramático que debió darle un impulso, McCarthy pasó de decir que Trump debería “aceptar su parte de responsabilidad» por su papel en el ataque y, unas semanas después, fue a Mar-a-Lago para una grotesca sesión de fotos con el ex presidente.
¿Qué podría ser más patético que este pequeño viaje escolar? Los intentos del Sr. McCarthy de justificarlo. En “Oath and Honor”, el nuevo libro de la excongresista y azote de Trump, Liz Cheney, ella revela algo de suciedad sobre su confrontación.
“¿Mar-à-Lago?” ¿Qué está pasando, Kevin? ella preguntósegún CNN.
“Están realmente preocupados”, afirmó McCarthy. “Trump no come, entonces me pidieron que fuera a verlo”.
¿Traicionar a la democracia porque al rey MAGA se le acabó el apetito? Guau. Simplemente guau.
Hay que darle al Sr. McCarthy lo que le corresponde: todo ese lameculos funcionó, en cierto modo, permitiéndole abrirse camino hasta el trabajo de sus sueños durante nueve meses no tan gloriosos. Pero después de entregarle la correa a la derecha, no le quedó espacio para desempeñar su trabajo al frente de la Cámara. Y en el momento en que se atrevió a cruzarlos, utilizando sus habilidades para negociar y formar coaliciones para alcanzar un acuerdo bipartidista sobre el techo de la deuda y evitar un colapso de la economía global, fue un hombre marcado. Los extremistas buscaban una excusa para derribarlo y, a finales de septiembre, el acuerdo de financiación provisional que alcanzó para evitar un cierre del gobierno cumplió los requisitos. Unos días más tarde, le arrancaron el martillo y los últimos vestigios de su dignidad.
Es difícil negar que éste es el final que merecía McCarthy. Por otro lado, el pueblo estadounidense no merece el daño que ha causado a la Cámara –y, de hecho, a la nación– y que continuará mucho después de su partida. Al empoderar a los elementos más extremistas de la conferencia republicana, ha hecho que una cámara ya fracturada y turbulenta sea aún más disfuncional. Peor aún, al apoyar a Trump después del 6 de enero, ayudó a que Estados Unidos volviera a enfrentarse a un demagogo peligroso y antidemocrático que buscaba venganza política.