METROArine Le Pen no se equivoca. La ley de inmigración del 19 de diciembre representa una victoria ideológica para ella y su partido. De hecho, establece una “preferencia nacional”, elemento central durante cincuenta años del programa del Frente Nacional, que se convirtió en la Agrupación Nacional.
Deseamos expresar nuestra profunda preocupación por esta ley y los efectos nocivos del discurso que acompañó su adopción y que continúa perturbando el debate público en Francia.
Fuente de riqueza
Somos inmigrantes, provenientes de todos los continentes. Nuestros itinerarios son muy diversos: algunos llegamos a Francia siendo niños, otros siendo adultos; algunos seguir a sus padres, una esposa, un marido; otros a estudiar o buscar trabajo; otros más, para escapar de situaciones política o económicamente difíciles en nuestros países de origen.
Algunos de nosotros nos convertimos en ciudadanos franceses; otros no. Nos esforzamos por aprender la lengua francesa, por integrarnos en nuestros entornos laborales, en nuestros barrios y en nuestras familias francesas adoptivas.
Podemos legítimamente estar orgullosos de nuestra integración, los que somos franceses o hemos decidido vivir en Francia por elección propia. Pero nuestra adopción de la lengua, la cultura y la ciudadanía francesas no constituye en modo alguno un rechazo de nuestras culturas de origen.
Al contrario, queremos transmitir nuestras lenguas y nuestra herencia cultural a nuestros hijos; Creemos que nuestros diversos conocimientos y experiencias enriquecen la cultura francesa. La inmigración no debe verse sólo como una fuente de problemas, sino también como una fuente de riqueza.
El discurso político sobre la inmigración en Francia, como en el resto de Europa, no está a la altura de los desafíos porque se basa en el miedo y no en la ciencia. Afirmamos proteger los empleos franceses y su poder adquisitivo, pero ningún estudio serio sugiere que la inmigración pueda haber tenido un impacto negativo en la economía.
Europa acoge a muy pocos refugiados
Por el contrario, en nuestras sociedades que envejecen, la inmigración juega un papel esencial en el mantenimiento de nuestra vitalidad económica y en la solvencia de nuestro sistema de jubilación. En un mundo globalizado y conectado, los franceses de otros lugares tienen habilidades y conocimientos lingüísticos y culturales esenciales para la influencia de la cultura francesa y la participación de Francia en la economía global.
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