“El misterio de las novelas. 1509, una ciudad en espectáculo”, de Marie Bouhaïk-Gironès, Editions de l’EHESS, “En tiempos y lugares”, 240 p., 18 euros.
EL misterio de los romanos, de Marie Bouhaïk-Gironès, no deja de estimular al lector, desde la primera hasta la última página. En primer lugar, la magnífica reconstrucción de un acontecimiento sorprendente: a lo largo del año 1508, la ciudad de Romans, en Dauphiné (la actual Romans-sur-Isère -Drôme-, que acaba de volver a ser noticia por razones diametralmente opuestas), dedicó la mayor parte de sus recursos, financieros y humanos, a la preparación de un gran espectáculo religioso, el El misterio de los tres Doms, pretendía representar la vida y el martirio de los tres santos patrones de la ciudad. Fue dada por tres días en Pentecostés de 1509.
Los archivos recopilados por el historiador dan vida a todo un pequeño mundo, sin el cual esta suntuosa representación no habría sido posible. La de los fatistas (los autores), por supuesto, cuidadosamente escogida y generosamente pagada por la redacción de un largo texto de casi 11.000 versos. Pero también el de los carpinteros, que construyeron el inmenso teatro y su escenario, y el de los pintores. “farsa” y los “maestros de los secretos” que imaginó y diseñó un impresionante arsenal escénico: decorados, trampas, máquinas, efectos olfativos y “especiales”…
La misión no fue fácil ya que se trataba de hacer tangibles los misterios de la fe, mostrando de manera creíble los milagros realizados por Dios (apariciones, desapariciones, curaciones, exorcismos), pero también el martirio de los santos desollados, destripados o quemado. Sin olvidar hacer volar las almas y los ángeles o hacer crepitar el fuego del infierno.
El investigador también resucita a los ochenta y tres personajes encargados de interpretar a los noventa y cinco personajes del misterio, que ensayaron asiduamente sus papeles durante varios meses seguidos. Están la flor y nata de los romanos, los hombres de la Iglesia, los jueces, los notarios, los grandes comerciantes. Tal fervor y tal compromiso colectivo puede resultar sorprendente hoy en día, cuando el teatro es, ante todo, un entretenimiento cultural y un negocio para profesionales. Si el misterio movilizó aquí a toda la ciudad, fue porque la representación teatral era una forma de“invocar a lo divino para proteger a los vivos”.
En la misma acción de gracias
La decisión de donar esta pieza se produjo precisamente tras un episodio de sequía y peste. El espectáculo representa, por tanto, para Romanos una forma eficaz de evitar volver a sufrir la ira de Dios, realizando un acto de penitencia por sus faltas y dirigiendo sus oraciones a él. El misterio también debe fortalecer los vínculos de una comunidad sacudida. No busca purgar al espectador de pasiones nocivas, como en la catarsis aristotélica, sino unir a espectador y actor en una misma acción de acción de gracias. Tanto para quien juega, como para quien asiste, el misterio es una experiencia emocional compartida, que debe devolver esperanza y alegría a la ciudad, llenarla de gratitud y, simplemente, reparar el tejido social.
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